El drama de las indocumentadas

El drama de las indocumentadas

Más de 300 mil guatemaltecas viven en suelo estadounidense y envían remesas a sus parientes que todavía viven en nuestro país, según la Organización Internacional de Migración, OIM. Pero para quienes todavía están indocumentadas, el sacrificio es mayor.

En Guatemala cada vez son más comunes las familias que tienen por lo menos un integrante viviendo en otro país. La gran mayoría escoge Estados Unidos, por su relativa cercanía geográfica. Según aseguran los investigadores, las razones que han motivado a la migración de los guatemaltecos en los últimos 30 años han s ido la guerra interna y, luego de la conclusión de ésta, la búsqueda de mejores condiciones de vida.

En un inicio, la mayor cantidad de migrantes era del sexo masculino, pero ahora ha aumentado el número de mujeres que trasladan su residencia a otros países, en especial a la Unión Americana, a la que ven como la mejor alternativa, dice Mauro Verzeletti, secretario adjunto de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal.

Hasta hace una década las féminas que viajaban eran, por lo general, quienes iban a reunirse con su pareja, o madres que buscaban un futuro diferente para sus hijos, agrega Verzeletti. Aunque los patrones se mantienen, cada vez aumenta el número de jóvenes y adolescentes que migran para contribuir con la economía de la familia. La mayoría se encuentra entre los 18 y 40 años, y de éstas, un 90 por ciento tiene algún grado de escolaridad, de acuerdo a registros de la OIM.


Ilusiones, riesgo y temor
“Decidir emigrar no es fácil. Nadie quisiera irse, pero si en su país no tienen cubiertas sus necesidades básicas de alimento, trabajo, salud y seguridad buscan nuevos horizontes”, afirma Ana Silvia Monzón, socióloga.

Sumado a estas carencias, la experta asegura que otra de las motivaciones para aventurarse es la perspectiva de ganar dos o tres veces más de sus ingresos en el país y sin mayor esfuerzo, según rumores que circulan entre vecinos, amigos y familiares. Es así como las mujeres comienzan a prepararse para la travesía, sin medir de manera objetiva los riesgos de su determinación.

Esto incluye el hecho de endeudarse con prestamistas o familiares, vender propiedades o ahorrar durante varios años para llegar a la cantidad –entre Q35 mil y Q60 mil–, que cobran por ayudarlas a cruzar la frontera, según las estadísticas de la OIM. Mas no sólo conseguir el dinero es el problema, “ser mujer la hace más vulnerable en el trayecto, es objeto de violencia física, abusos sexuales, desapariciones, esclavitud sexual e incluso el riesgo de morir en el intento”, comenta Erick Mauricio Maldonado Ríos, director general de Asuntos Consulares y Migratorios.

A pesar de esos riegos, más de un 60 por ciento de las migrantes ha llegado a Estados Unidos por tierra, guiadas por los llamados coyotes, convencidas de que las violaciones a sus derechos son parte del sacrificio por llegar a su destino final. En cifras del Foro de Migraciones 2008, ocho de cada diez centroamericanas son violadas en el camino.

Para Ana María Méndez, defensora de Población Desarraigada y Migrante, este tipo de agresiones nunca es denunciado, por eso los datos no son el reflejo total de la realidad.

Marta* es una adolescente de 17 años, quien regresó deportada el mes pasado. Al contar sobre su experiencia, sus ojos se llenaron de lágrimas y se limitó a decir que su mayor deseo era despertar y pensar que todo fue un mal sueño. Su penosa travesía duró 20 días, la cual incluyó ser violentada sexualmente por un compañero de viaje del que sospecha está embarazada.

Elizabeth*, quien también fracasó en su intento, fue abandonada por su mala condición física y al quedarse atrás, nadie regresó para ayudarla. Por su parte, Sara* comenta triste y frustrada que al caminar por el desierto su grupo encontró el cuerpo de una mujer muerta con un bebé moribundo entre sus brazos y nadie se atrevió a llevárselo.

“El irrespeto a la dignidad y el desprecio por la vida parecen no ser motivos suficientes para olvidarse de la idea de ir en busca del 'sueño americano'”, concluye Méndez.




Mantenerse requiere perseverancia

Cruzar la frontera no es la cura de los problemas de las mujeres migrantes, aunque así lo parezca, afirma Marco Antonio Garavito, director de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental.

Cada día es más difícil que las indocumentadas encuentren trabajo. Tienen que aceptar horarios difíciles e incluso tener entre dos y tres empleos para subsistir y enviar dinero a sus familias.

El salario es de seis o siete dólares la hora, y los trabajos más comunes están destinados a operarias, domésticas, niñeras, camareras en hoteles, entre otros, según datos de la Defensoría de la Población Desarraigada y Migrante.

Aunque al hacer la conversión en quetzales suena muy tentador, se debe tomar en cuenta que el costo de la vida en ese lugar es mucho más alto que en nuestro país.

“Ganaba cinco dólares la hora, pero para poder mandar dinero a la casa tenía que limitarme en mis gastos. Compartía apartamento con otras tres personas, hacía sólo un tiempo de comida completo y no tenía esparcimiento”, comenta Ingridt Rodríguez quien tomó la decisión de regresar voluntariamente para estar con su hija.

No sólo la situación económica representa una dificultad para las migrantes. Establecerse en Estados Unidos es complicado para la población latinoamericana por el aislamiento al que las someten las comunidades receptoras locales y el desconocimiento del idioma, dice Diana Lucía Aristizábal, investigadora de la organización Social Development Connections.

A nivel emocional las migrantes sufren de depresión, soledad, tristeza, miedo y culpa, entre otros males, explica el psiquiatra español Joseba Atxotegui. De hecho el especialista plantea el llamado síndrome de Ulises para describir a los migrantes que luchan por sobrevivir, quienes pasan episodios dramáticos que les provoca estrés crónico. Acentuado éste por la persecución y los sentimientos de culpa.

En su caso, las mujeres también deben lidiar con el hecho de tener que cuidar ancianos, niños y niñas en sus trabajos, mientras en su país de origen han dejado a sus padres o hijos. Por esa razón, ese cariño que no dan a sus seres queridos lo trasladan a estas personas, asevera Ana María Méndez.

Para algunas de las migrantes, la violencia doméstica se convierte en una constante. Ana Silvia Monzón hace énfasis en que estas mujeres se sienten atadas porque están amenazadas por sus parejas, quienes les advierten que si hablan o denuncian su problema, dirán a las autoridades migratorias sobre su situación legal.

Sin duda uno de los extremos de la violencia en los hogares es el femicidio. En Nueva York, el Departamento de Salud e Higiene Mental hizo un estudio en 2004, acerca de las víctimas de homicidios perpetrados por compañeros íntimos, y se descubrió que el 51 por ciento de las asesinadas eran personas nacidas en otros países.

El calvario del regreso

Volver al hogar deportados es vergonzoso para los migrantes, en especial para las féminas. Si su partida fue reciente, las deudas a causa del viaje podrían ahogarla. Si ha estado lejos por muchos años se enfrenta a la pérdida de su esfuerzo y sus bienes. En cualquiera de los casos la deportación se considera un fracaso moral, describe Mauro Verzeletti.

Pero retornar al país no tiene por qué ser un fracaso. El Ministerio de Trabajo tiene un plan de inserción laboral para los deportados. No obstante, son pocos los interesados en estos puestos, comenta Mario Camposeco, jefe de Migraciones Laborales. De 15 mil personas que se han registrado este año, sólo cerca de mil solicitaron información al respecto.

Por lo general, el sueldo que se ofrece es el mínimo, Q1,500, mientras en Estados Unidos ganaban cerca de Q4 mil o más, añade Camposeco. De manera que sus compromisos financieros o el deseo de no perder el estilo de vida que tenían, hace que un porcentaje alto de personas retomen la aventura el mismo día que registran su entrada al país, o unos meses después de su arribo.

Por otro lado, existen historias positivas en el tema de la migración. Miles de personas han logrado darle a su familia un mejor nivel de vida económico, lo cual se ve reflejado en los envíos de remesas. En la actualidad, más de un millón y medio de guatemaltecos vive en Estados Unidos, y representan el 10 por ciento de la población. Algunos de ellos envían cantidades que al año suman un aproximado de US$4 mil millones.

Desintegración familiar... el costo más alto

Además de los problemas que las migrantes deben pasar para cruzar la frontera y las limitaciones económicas para enviar dinero al país, se encuentra la desintegración familiar. Los psicólogos afirman que la falta de la figura paterna y/o materna tiene un impacto fuerte en la familia. Implica ruptura, se pierde el referente de padre y madre, favorece el distanciamiento de las parejas, que pueden terminar separándose o divorciándose para formar nueva familia en el país donde residen.

Cuando los hijos se quedan son los abuelos, tíos o amigos cercanos quienes se convierten en padres sustitutos y se encargan de su crianza y educación. Pero los niños, niñas y adolescentes podrían sentirse incómodos, no ser tratados de igual forma como lo hacían sus padres, y esto desencadena frustraciones y conductas irreverentes que les llevan a buscar abrigo en pandillas, drogas o a tomar decisiones perjudiciales para su vida, explica Marco Antonio Garavito.

Algunos padres creen que lo económico es lo único que importa y, aunque esto es indispensable, están dejando a sus hijos sin lo más esencial: la estabilidad emocional, expresa la educadora Silvia Chicas.

“Los Q40 mil o más que ahorran o consiguen sería conveniente invertirlo en un negocio, o incluso en la casa, se arriesgaría menos y se mantendría el círculo familiar”, asegura la educadora.

Si después de muchos años de separación la familia se reúne, se presentan otros fenómenos difíciles de superar: aparecen los sentimientos de abandono, culpa, frustración y, sin duda, se necesita una dosis superior de paciencia y en ocasiones una terapia familiar.

Lorena Hurtarte, después de cuatro años de ausencia, no reconoció a su hijo de 10 años, a pesar de que durante ese tiempo intercambiaron fotografías, cartas y llamadas telefónicas casi a diario.

La tecnología y los medios de comunicación actuales ayudan a que las familias se comuniquen, pero se pierde lo cotidiano de la vida con sus diferentes matices y, en definitiva, esto no resuelve el problema de la desintegración familiar, agrega Garavito.

El psicólogo también hace énfasis en las mujeres solteras que hacen el viaje, quienes suelen ser pilares económicos en el hogar. De igual forma deben distribuir sus ingresos entre el pago de la deuda que contrajeron para salir del país y el envío de remesas. La mayoría formaliza su vida en el extranjero y adquiere las costumbres de la cultura que la ha adoptado.

Encuentro con la odisea

En la mayoría de casos, la migración de mujeres es motivada por las mejoras económicas para ellas y sus familias. Según la última investigación de la Defensoría de la Población Desarraigada y Migrante, el 80 por ciento viajó por esa razón y sólo el 14 por ciento por reunificación familiar.

En el mismo documento se refleja que en 82 entrevistas personales a mujeres deportadas, el 51 por ciento denunciaron malos tratos que van desde golpes, empujones, insultos y extorsiones, hasta abusos sexuales.

El precio del desplazamiento es de Q35 mil a Q60 mil. Las reglas son no llevar más que la ropa que visten y un poco de dinero, aunque se puede viajar con una mochila, la cual no tiene garantía de llegar porque estorba para correr. Por lo regular, los coyotes intercambian a los grupos entre fronteras.



Según datos de la OIM, en 2006 la migración femenina alcanzó el 28.1 por ciento del total de migraciones. Más del 71 por ciento de las mujeres que se arriesgan en esta aventura se encuentra en edad productiva -entre 20 y 40 años de edad

Asesoría local

En Guatemala existen organizaciones creadas con la finalidad de brindar apoyo a los migrantes y sus familias. Algunas fomentan la comunicación entre ellos, prestan servicios para asesoría legal, o son receptoras de denuncias.

Cuando después del tiempo promedio que toma este tipo de viajes, los familiares y amigos no tienen noticias del viajero, comienza la ansiedad por saber qué sucedió.

El Ministerio de Relaciones Exteriores y su Centro de Atención al Migrante reciben con frecuencia denuncias de desapariciones. “Hacemos lo posible por localizar a la persona preguntando por ella en los consulados de México y Estados Unidos. Por lo regular son encontradas en cárceles porque fueron detenidas para su deportación, aunque podrían darse otras situaciones como el secuestro para prostitución, accidentes o fallecimiento”, dice Maldonado.

Números telefónicos importantes:


Centro de Atención al Migrante Guatemala, Ministerio de Relaciones Exteriores, teléfono 2410-0102.
Defensoría de Población Desarraigada y Migrante, Procuraduría de los Derechos Humanos, teléfono 2424-1784.
Mesa Nacional para las Migraciones en Guatemala, teléfono 2288-6856.
Organización Internacional para Migraciones, teléfono 2368-8367.
Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal, teléfono 2433-1833.


La nueva ruta

Cada vez más el Viejo Mundo parece ser la mejor opción para muchos migrantes. En ocasiones el viaje tiene un costo más bajo que pagar los servicios de un coyote. Por ejemplo, hacia España se pagan cerca de Q16 mil. Sin embargo, el alto costo de la vida en ese lugar es la principal desventaja. Wendy*, una inmigrante de 38 años, llegó hace 6 meses a tierras españolas donde cuida a una persona de la tercera edad. Su pago es de 700 euros, equivalente a Q8 mil y ha logrado ahorrar gracias a que el hospedaje y la comida corren por cuenta de su empleador. No puede independizarse porque la renta de un apartamento oscila entre los 500 y 900 euros, y para comer necesitaría un mínimo de 300 euros al mes, lo cual excede su presupuesto.

Si de buscar oportunidades en Europa se trata, la principal advertencia es no apresurarse a aceptar empleos temporales, ya que muchos de éstos suelen ser ofrecidos por estafadores que se dedican a la trata de personas, indica Ana María Méndez, de la Procuraduría de los Derechos Humanos.


Mi hijo es ciudadano... yo, indocumentada

Algunas personas pasan años sin arreglar su situación legal en Estados Unidos, pero si sus hijos nacieron allá gozan de todos los derechos de ciudadanos. Al ser deportados, los padres no pueden alegar la custodia porque los pequeños no tienen la nacionalidad guatemalteca, y eso les impide salir del país.

El mayor problema surge cuando los infantes son llevados a casas hogares y dados en adopción por no haber quien se haga cargo de ellos. En este sentido, Erick Mauricio Maldonado Ríos, director general de Asuntos Consulares y Migratorios, del Ministerio de Relaciones Exteriores, recomienda que los niños sean registrados en las cancillerías para obtener la doble nacionalidad, lo cual no les impide seguir gozando de los derechos adquiridos en el país receptor.


El primer domingo de septiembre se celebra el Día Nacional del Migrante.


Los siete duelos de los migrantes

Llegar a un nuevo territorio representa cambios drásticos y duelos difíciles de superar para el migrante. El psiquiatra Joseba Atxotegui ha clasificado siete pérdidas fundamentales para los hombres y mujeres que buscan nuevas expectativas de vida en una tierra diferente.

El especialista asegura que cada uno de estos vínculos expresa su personalidad e identidad, y para adaptarse al nuevo país debe adoptar nuevos lazos para sustituir lo que queda atrás.

Separarse de los familiares y amigos
No poder contar con el afecto y apoyo de seres queridos es duro. Además existen sentimientos de culpa, en especial cuando han quedado atrás hijos o padres ancianos.

El duelo por la lengua materna
Estados Unidos es el país más buscado por los migrantes guatemaltecos y para ellos significa un gran esfuerzo aprender una lengua, en muchos casos, desconocida. Sin embargo, también podría ser positivo obtener nuevos conocimientos.

Duelo por la cultura
Existe un choque al encontrar diferentes concepciones y actitudes sobre el mundo y de cómo actuar en él. En el lugar hay formas diferentes de convivir, vestir y alimentarse, entre otras costumbres.

Cambio de paisajes
El psicoanálisis asegura que la tierra representa simbólicamente a los padres y antepasados. Las personas apegadas afectivamente al lugar en que han crecido viven los cambios de paisajes, temperatura, humedad, luminosidad, colores y olores, los cuales tienen una carga emotiva.

La pérdida de estatus social
Aunque cuando se decide viajar existe un proyecto de mejora y progreso, un gran número de personas retrocede en su estatus social. Incluso, al principio no tienen validez los estudios y preparación adquiridos en el país de origen. De hecho, éste es uno de los factores que bloquea la superación de obstáculos porque existen expectativas demasiado altas de éxito económico y profesional. No es imposible alcanzar las metas, pero a veces lleva más tiempo del calculado.

La privación del contacto con el grupo étnico
Se refiere a la identidad humana. Existe la conciencia de un “nosotros” para los migrantes, que se compara con un “ellos”.

La falta de seguridad física
Existen demasiados riesgos para su salud e integridad física: accidentes laborales, enfermedades y explotación, no sólo durante el trayecto migratorio, sino también al llegar a su destino. Tanto la salud como la integridad física son básicas para la estabilidad emocional de los seres humanos.

Una muestra realizada por la Defensoría de la Población Desarraigada y Migrante revela que de 82 mujeres migrantes, el 75 por ciento son ladinas y sólo 25 por ciento, indígenas.

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