¿Eres una buena madre?

¿Eres una buena madre?


Las actitudes y conductas que tenemos las madres influyen en el desarrollo educativo de nuestros hijos del mismo modo que a nosotras nos afectaron la de nuestros padres cuando estuvimos en la infancia.


Cuando las mujeres nos enteramos de que vamos a tener un bebé nos asalta una gran duda: ¿Seremos buenas madres?


Nadie nos enseña a serlo, pero eso no debe frenarnos a la hora de educar a nuestros hijos. Tenemos que tener en cuenta que las madres nunca dejamos de aprender de nuestros pequeños, que estos nos enseñan a lo largo de nuestras vidas, incluso cuando dejan de ser dependientes de nosotras.


El momento más importante para educar a nuestros hijos es sin duda la infancia, cuando los niños están más receptivos. Si los recursos empleados en este periodo de la vida de tu hijo son correctos no debes preocuparte en exceso en la adolescencia, aunque, claro está que nunca debes bajar la guardia.

La responsabilidad de las madres con respecto a lo que le ocurre al hijo tiene unos límites. Así lo asegura la psicóloga, Isabel Menéndez, que afirma también que nosotras, las madres, no somos culpables de lo que les pueda suceder a nuestros hijos. Sin embargo, sí somos víctimas de esos problemas ya que si al niño le ocurre algo malo nos sentiremos tristes, mientras que si las cosas le van bien, nos veremos más felices.

Además, la manera en la que las madres respondemos a los problemas de nuestros niños depende de la educación que nosotras mismas hayamos recibido en nuestra infancia o de lo que nosotras hayamos percibido de nuestros padres, en nuestra casa, cuando éramos pequeñas.



Influimos en gran medida en nuestros hijos
Según la psicóloga, las actitudes, valores y la conducta de nuestros padres, influyó en nuestro desarrollo y del mismo modo, los nuestros influyen en el comportamiento de nuestros hijos. Todo ello, lleva a conductas educativas muy variadas. De este modo, las madres podemos ser muy permisivas con nuestros hijos o, al revés, ser completamente estrictas en su educación.

Sin embargo, los extremos nunca son buenos. Por ello, si las madres somos demasiado permisivas o excesivamente estrictas, el niño puede responder una conducta rebelde y agresiva. Por el contrario, si a nuestros hijos le mostramos una actitud cariñosa y cálida, aunque sin olvidar un poco de mano dura, el comportamiento de nuestro hijo será educado y obediente.



No hay que abusar del castigo físico para que no se vuelvan agresivos
También está demostrado que si las madres abusamos del castigo físico, nuestros hijos seguirán nuestros pasos, es decir, que el pequeño se convertirá en un ser agresivo para con los demás.

Por otra parte, la psicóloga asegura que mientras que las madres no nos hayamos enfrentados a los conflictos de nuestra propia educación, estos les vendrán devueltos en las dificultades de nuestros hijos.

De esta forma, según Isabel Menéndez, si nuestros hijos tienen conflictos es porque nosotros los tuvimos en su día, a pesar de que ahora no lo recordemos. Por ello, somos los únicos responsables de intentar poner la solución que esté a nuestro alcance.













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